Este jueves 23 de junio a las 21hs se realiza el vernissage con música en vivo para la venta de obras del artista Daniel Bera Martinez.
La venta es para apoyar su recuperación.
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Cuentos de Daniel Bera
EMBRUJO
A Gregorio no le importaba la comida, para él era solo un pretexto para tomar vino. Toda su vida pasaba entre lecturas, tabaco, vino y tambor. Creía en lo más íntimo de su ser que las oportunidades se habían terminado, a pesar de su corta edad la tormenta interior cada vez era más violenta… Algunos de sus amigos se habían distanciado de él temerosos de contagiarse la desazón que lo embargaba, o tal vez porque su diferencia emanaba como un perfume que ahuyentaba las mentes simples que aceptaban sin miedo el entorno.
Eran los tiempos de las orquestas de los negros y el eco de los ensayos hacía más corta la llegada del sábado para asistir a los numeroso bailes que se organizaban en la ciudad. Gregorio, para prender la cocina volcán echó el líquido inflamable en la ranura del costado y el olor a alcohol azul se expandió por el recinto, la llama azul violácea calentó lentamente y él bombeó para que la potente llama fluyera desde los agujeritos de la hornalla asemejando una antorcha olímpica.
Colocó una instalación de fierro para poner sus únicos pantalones a secar para la noche y se vio en el baile con ellos puestos pues le sentaban de maravillas. Agarró el cepillo de plástico llamado Cepilén y se dispuso a suavizar su mota ‘pingó’ que le llevaba un par de horas y podía pensar a su antojo.
Su novia, que solo soñaba con salir de allí, era moderna cosmopolita y con unas ínfulas de reina que se hacía insoportable, pero con un sentido práctico y solemne para lo que ella consideraba de buen gusto y fino. La limpieza era su bandera y recorría toda la casa buscando una partícula de polvo para destruir. Años después, logrado su bienestar económico se puso piscina y corría detrás de los invitados de los domingos para secar cada gota que salía fuera de su lugar. Pero en la actualidad malgastaba todo su talento en pulir a su Gregorio sin resultado, aunque él fingía y se la pasaba bomba con ella. Para eso había nacido.
El domingo a la hora de los tambores, entre los cuentos del baile de la noche anterior y algunas libaciones. El piano de Gregorio rezongaba llamando, porque estaba picantón y ya se sentía el preludio -olor a papel quemado, perfume y sudor, mezclado con alcohol y cebada en el calor de las seis de la tarde- cuando arrancaron, y poco a poco se fue llenando la calle en un ambiente de fiesta sin fin.
Entre el vaivén de culos que se apoyaban contra el tambor, repelidos por estos para avanzar. Alejandrina Top grito: -Laaargo…!!!!!! Hermosa mulata de los bajos, que se acostaba con Gregorio desde que tenía uso de razón y todavía juraba que era suyo. Estaba embarazada y todo el mundo sabría cuando pararan en la placita para templar.
Los tambores supieron la noticia como siempre, entre el palakitan kintan , como se suelen saber las cosas importantes. Llegó a los tambores, cual reina, Dorinda Llul -que juró enderezar a Gregorio- con su séquito de alcahuetas para ahuyentar la mugre. Lejos de los tambores para no contagiarse de su olor, pero lo bastante cerca para que sintieran el suyo. Haciendo subir las presión reinante debido a la amenaza de su esencia y presencia soberana. Y Gregorio henchido de orgullo rezongo con su tambor.
A las diez o las once los tambores estaban en el punto máximo de ebullición. Alejandrina Top con su paso cortito, y sacando chispas con el taco, decidió que era la hora, pues no se había atrevido a decirlo en la plaza debido a su innata vergüenza que sabía disimular muy bien al ver a todo el barrio expectante. Pero en el silencio que se produce en toda música para enlazar la melodía en cada conjunción y que es efímero pero que este debe haber sido de redonda por lo largo, alcanzó para que todo el mundo se enterara. Alejandrina se lo dijo a la Perla en la primera fila y la Perla moviendo los hombros vaciló y casi se tropieza, el jefe de cuerda rezongó como si hubiera oído y décimas de segundos después todo el barrio sabía : estaba encinta.
Dorinda Llul sintió un cosquilleo y pensó que era la sublime caricia de los tambores, pero en realidad era la premonición de que algo tremendo sucedía. Salió fuera del entrevero, caminó hasta la esquina mareada y desde lejos sintió el rumor…
El drama culminó como las grandes obras, con actuaciones de alto nivel. Los actores expertos en la materia dieron una nota magistral de experiencia, mostrando un verdadero manejo del drama. Pero para ella se apagaron los focos. Se sintió sola, perdida y triste ; soportando la dura realidad, cuando se dio cuenta que sus planes se habían truncado. Mientras la risa de Alejandrina, triunfante, se sentía por encima de los tambores. Pues el trofeo era suyo.
12
LA NENA VERON
Sus genes le permitían a sus tantísimos años permitirse el lujo de usar unos tácos de escándalo hasta que murió en belleza como las actrices sueñan, ella siempre había tenido una actitud de alguien que odiaba a los niños tal vez porque no había tenido infancia. Su cara de bull dog y sus ojos pintados a la moda de la época y casi siempre rigurozamente de negro y blanco elegante…pero el tiempo habia hecho saber que habia tenido un hijo de alguien y se habia alejado de ella tanto el hijo como su padre. A la época de que hablo la nena vieja como le decían en casa tendria 60 años, las visitas a sus coetáneos que entre ellos se encontraban mis abuelos eran asiduas; y en el correr de los días se le podía encontrar en diferentes casas echando a los niños.
No vengan a molestar decía entre dimes y diretes la bruja de mi infancia y creo que no había vástago que no la odiara, paradójicamente esperabamos su visita porque así como nos quería lejos de su entorno de vez en cuando traía algún presente que siempre servia para hacer gimnasia en la escuela pues trabajaba en una asociación deportiva.
Sus cumpleaños también tenían su sello; los hombres no eran bienvenidos tampoco y en su minúsculo altillo o buhardilla recibía a sus amigas y la curiosidad de los no invitados estimulaba la imaginación. Un día tuve la suerte de asistir y saber a ciencia cierta que tenían de particular porque en mi imaginación se me antojaban misteriosos, la realidad fue muy diferente, patéticamente todas las mujeres sentadas en círculo en la minúscula pieza de inquilinato, entre ellas mi madre.
Sobre el borde de la cama, en los bancos improvisados y en la única silla tomaban un aperitivo en aquel lúgubre cumpleaños que carecía de glamour perdiendo el encanto de lo imaginado, pero lo único que se sentía como una sombra era la libertad de aquella mujer que había decidido sucumbir a la soledad para no machacar su esencia y aún hoy recuerdo su altanero y real paso encima de sus tacos de diez centímetros y su porte de diosa sin olimpo.
Daniel Bera Martinez
Diseño de animación, fotos de Daniel y obras Luis López Jubin – www.jubin.uy